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Aviso desde ya que este post va a ser extenso, pero sin duda os interesará si queréis vivir una aventura totalmente diferente en el desierto, eso os lo puedo garantizar. Pero como toda buena historia, empezaré desde el principio…
El día que llegamos al desierto, íbamos con las expectativas muy altas, con ganas de ver dunas “vírgenes”, buscando tranquilidad y paz. Y, ¿qué nos encontramos? Con la arena marcada por las ruedas de los coches, plásticos tirados por todas partes, gente por doquier, coches tocando el claxon, quads de particulares corriendo como locos, filas de hasta 20 dromedarios para ver la puesta de sol.
Definitivamente, no era éso lo que íbamos buscando. Con esa decepción de quien espera mucho, nos fuimos a dormir, sin saber la gran sorpresa que nos esperaba al día siguiente.
Por la mañana, tras un buen desayuno en el Camel’s house, el hotel en el que nos alojábamos aquella noche, el dueño nos intentó convencer para que nos uniéramos a la excursión con pernoctación que tenía preparado para ese día. No nos convenció nada realizar la experiencia con 20 personas más, queríamos algo más auténtico. Pero por supuesto, respeto que a la gente le guste vivir el paquete que se ofrece al turista, simplemente, no me siento identificada con ello.
Con la decisión tomada, recogimos las cosas del hotel y pusimos rumbo al Lac Dayet Srij.
Este lago ubicado a 15 ‘ en coche del pueblo Hassilabied, donde se ubicaba el alojamiento, es un lago estacional, que varía el volumen en función de las lluvias del año.
Es un oasis, pues no esperas encontrar un lago en las proximidades del desierto. Este lago sirve de descanso a los dromedarios, que durante el día van a beber agua y a alimentarse en total libertad, para por las tardes volver a los campamentos para realizar el paseo con los turistas.
Con lo que no contábamos es que esta visita nos iba a solucionar el problema de nuestra experiencia en el desierto. Aquí conocimos a Ahmed, nuestro ángel durante 24 horas.
Ahmed es un padre de familia que se dedica a encontrar y vender fósiles a los turistas en las proximidades del lago Dayet Srij. Al vernos, se acercó y en ningún momento intentó vendernos nada, si no que con una amabilidad pura, nos empezó a preguntar acerca de nuestra estancia en Marruecos, y sobre todo, acerca del desierto. A lo que le comentamos la decepción que nos habíamos llevado al poner un pie en Erg Chebbi.
Ahmed nos dijo que conocía una familia de “nómadas” a los pies de las dunas que acogían a turistas que quisieran vivir una aventura diferente. No eran ninguna agencia, ni nada por el estilo, era totalmente auténtico, justo lo que íbamos buscando.
Sonaba tan bien, que le propusimos si quería ser nuestro guía por el desierto, pues llegar hasta el campamento sin conocerlo era una locura, y suerte que teníamos un coche bueno (Dacia Duster), con uno más pequeño hubiera sido imposible acceder
Más emocionados y contentos, fuimos a casa de Ahmed a conocer a su familia, y de paso nos invitó a comer con ellos. La hospitalidad bereber no tiene límites, nos hizo sentir muy confortables en su hogar.
Con la barriga llena, comida para cenar con la familia en el campamento (una gallina y unos huevos), y los pañuelos de rigor para el desierto, ¡nos pusimos en marcha!
El campamento se encuentra a unos 40 minutos de Hassilabied, y porque Ahmed iba guiando en todo momento, e indicando por dónde había menos baches y piedras, además de zonas de arenas movedizas.
Durante el trayecto fuimos cruzando diferentes zonas de minas donde los marroquíes vienen a encontrar fósiles y piedras preciosas.
También vimos a lo lejos campamentos de familias nómadas. Aunque según nos explicó Ahmed, llevaban varios años viviendo en el mismo lugar debido a que no llovía en exceso y no encontraban un sitio mejor.
Por fin llegamos al campamento, y nos recibió Abdullah con una gran sonrisa en la cara y el té de bienvenida en una haima al más puro estilo nómada.
Tras las presentaciones y situarnos, decidimos adentrarnos en las dunas y aprovechar a ver el atardecer. Aquí nos dimos cuenta que el terreno no estaba pisado, ni huellas humanas ni de coches. ¡Esto ya era otra cosa! La pena fue que en esta parte del desierto en la que nos encontrábamos no se apreciaba bien el atardecer como el día anterior, pero una idea iba surgiendo en nuestras cabezas, ¡ver el amanecer al día siguiente desde la duna más alta! Estaréis pensando que estamos locos, puede ser, pero esperar a ver las fotos.
Una vez empezó a caer el sol decidimos volver al campamento para encontrarnos con Ahmed y nuestro anfitrión, los cuales nos estaban esperando ya para cenar. ¡Y qué cena! El cuscús más delicioso que hemos probado en todo Marruecos, y no bromeo. Estaba espectacular.
Al terminar la cena, decidimos irnos pronto a dormir, pues si queríamos ver el amanecer, teníamos que levantarnos a las 5 de la mañana.
A las 5 de la mañana nos pusimos en marcha, con mucha ropa térmica pues hacía un frío de mil demonios. Eso sí, compensaba las vistas del cielo estrellado y la luna.
Con nuestros frontales, comenzamos a andar, teniendo como referencia la sombra que se intuía de la duna más grande. Y es que al ir solos, y ser la primera vez, nos íbamos guiando por las estrellas, os podéis imaginar….
Tras hora y media andando entre montículos de arena, llegamos a la base de nuestra ansiada duna. Aquí cometimos un gran fallo, elegir mal la cara de la duna por la que íbamos a subir ¡pero no se veía nada de nada! Como pudimos empezamos a subir la duna, fue un poco frustrante porque parecía que se retrocedía más que avanzar. De hecho hubo algún momento en que nos planteamos hasta el darnos la vuelta, además de que el viento empezaba a ser intenso. Sin embargo, tras media hora más tarde…. ¡LO CONSEGUIMOS! Coronamos la duna más alta, y qué satisfacción, empezamos a ver cómo el sol iba apareciendo poco a poco e iba reflejando su color dorado sobre todo el mar de dunas.
Lo que vimos a continuación se explica mejor a través de fotos. Pero ya os adelanto, fue una maravilla. Las dunas estaban preciosas, sin tocar, hechas para nosotros. Las formas de las dunas recordaban a los edificios del famoso arquitecto Oscar Niemeyer.
Cuando decidimos que ya teníamos tooooodas las fotos que queríamos, decidimos volver al campamento, pues aún no habíamos desayunado.
Allí nos esperaba Ahmed, con ganas de que le contárabamos nuestra experiencia. Tras terminar de desayunar, nos despedimos de nuestro gran anfritión y volvimos al coche, no sin antes agradecerle de corazón que nos dejara formar parte de su familiar durante un día.
Este desierto es diferente al Erg Chebbi, pero tiene también su encanto. La formación de las dunas es diferente, con presencia de numerosas piedras que se intercalan entre arena.
Este desierto no es apenas conocido, a nosotros nos llevó nuestro guía Ahmed, y estuvo guay visitar un lugar diferente al que se ofrece en los paquetes turísticos.
Es el mercadillo más grande y peculiar de la zona. ¡Es súper auténtico! Se celebra todos los domingos, y a él acuden comerciantes de todos los pueblos de alrededor para vender sus productos.
En el mercadillo encontraréis diferentes secciones: herramientas, cosas del hogar, ropa, alfombras, fruta, hierbas, y ¡hasta una zona de venta de burros!
Tras recorrer el mercado, tocó despedirnos de Ahmed, pues debíamos seguir hacia la Garganta del Todra.
Nos dio mucha pena decirle “Hasta luego”, pero lo volveremos a ver seguro. Personas como ellas quedan pocas en el mundo, con una amabilidad y un corazón puros.
Si quieres vivir una experiencia auténtica, no dudes en ponerte en contacto conmigo para proporcionarte todos los detalles. Conocerás a Ahmed, su familia y vivirás momentos únicos.
Una de las mejores maneras de conocer un país es a través de los free tours y de actividades únicas, a continuación os dejo un listado de las mejor valoradas en Marruecos.
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